domingo, 10 de marzo de 2013

Lenguas

Atadas las palabras
procedió a esperar en silencio.

Quiso calcinarlo con sus labios
traspasarle el poder de su oratoria
contarle los peces de su boca
y ver si realmente era un eterno morir,
como alguien alguna vez lo propuso.

Esperó mucho,
mirando esos ojos suyos,
respirándole la piel.

Lamió sus cadencias,
respiró sus vocablos.

Finalmente, y 
haciendo uso de 
la vivacidad de su carne,
consiguió las primeras consonancias
en ese ir y venir de sonoridades cálidas.