La vaca lo miraba con insistencia. Y él no podía soportar aquellos ojos acusadores, penetrantes. La vaca lo miraba tercamente, y él no podía hacer nada para que ella dejara de hacerlo. Ya había tratado con espantarla, pero ella era inmune a sus gritos de hombre angustiado. Había hecho de todo, así que llegó a la conclusión de que la pobre era una bruta. Y era el colmo, puesto que aparte de vaca le había salido bruta. Por más que se esmeraba en gesticularle órdenes ella seguía ahí, con la misma mirada acusadora. Sí, él era un pobre tipo, abrumado por los años y la culpa, y con una vaca de peluche que insistía en desafiarlo cada vez que le miraba.
Cordelia...